5. Sobre mí

De pequeña quería ser bailarina, bruja, misionera y madre superiora. Si no lo tomamos al pie de la letra, creo que he conseguido todos los objetivos.
Me sentaron ante un piano cuando tenía 5 años y no llegaba sola a poder sentarme en la banqueta. No se dieron cuenta de que yo era bailarina y, a partir de aquel momento, sentada durante horas y horas, mis dedos bailaban por mí.
Como compensación, a los 16 años empecé a hacer teatro, actividad que seguí desarrollando durante más de 20 años y con la cual lo he pasado en grande y he gozado del privilegio de aprender al lado de muy buenas actrices (en el mundo del teatro amateur hay personas que ponen de pie al teatro, desde el momento en que salen a escena).
Al finalizar el Instituto me fui a estudiar Enfermería y trabajé durante 14 años como enfermera en diversos servicios. Tan pronto como empecé a trabajar y a cobrar mis primeros sueldos, me inscribí a clases de danza jazz, claqué, contemporánea, bailes de salón y danzas africanas, en un anhelo de cumplir mi sueño de bailar. Y me di el gusto completo, durante más de 10 años.
Trabajaba en la Unidad Coronaria y me sentía bastante saturada. Tenía 29 años y no era capaz de imaginarme toda la vida de aquel color, cuando un representante de músicos me llamó y me hizo una propuesta loca: la orquesta Georgia se acababa de quedar sin pianista y tenían todo el verano repleto de bolos. ¡Si quería ir yo, la plaza era para mí!
Me encontraba al inicio de mis vacaciones de verano y no lo pensé dos veces: solicité una excedencia y avisé que, pasado mi mes de vacaciones, ya no volvería al trabajo. Y en aquel momento fui consciente de que estaba imprimiendo un giro radical a mi vida: de vivir en el mundo del sufrimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte, pasé a la juerga permanente. Mi estado físico, que estaba en una situación deplorable, a pesar de mi edad, ya que sufría diversas afecciones: infecciones de orina permanentes, ulcus gástrico, traqueítis de repetición, como por arte de magia, al iniciar mi nueva vida, mejoró tanto que todas mis afeccciones desaparecieron absolutamente.
Después de dos años con la orquesta, pasé a un grupo de animación infantil, con el que hacíamos espectáculos y pasacalles; nos divertíamos mucho. Atravesábamos toda la península con una furgoneta que se caía de vieja, los 9 dentro, y con una roulotte enganchada detrás, aún más destrozada y sobrecargada con todos los instrumentos, vestuarios, cabezudos, atrezzo y escenografías.
Después de tres años en el mundo de la farándula, vividos muy intensamente, sentí la necesidad de volver a tener una vida algo más ordenada. Me presenté a una plaza de enfermera para un Centro de Medicina del Deporte Municipal, la gané y empecé a trabajar en este centro de nueva creación. Al mismo tiempo, reemprendí mis actividades teatrales amateurs y me reecontré con un viejo anhelo: la literatura. Así que empecé a escribir relatos breves, algunos de los cuales obtuvieron premios en distintos certámenes, lo cual me dio energía para seguir en el camino de la literatura.
Me matriculé en la Universidad de Barcelona para estudiar Filosofía y, mientras iba dominando los resortes del cuento, me empecé a adentrar en el mundo de la novela.
Al acabar la carrera de Filosofía ya había conseguido un montón de premios literarios por muchos de mis relatos breves y por algunas novelas, y ya estaba empezando a ver obras mías publicadas.
Después de cinco años, dejé el trabajo en el Centro de Medicina del Deporte, ya que se me hacía monótono y sentía que no aprendía nada más, y empecé a impartir clases de Técnicas Narrativas en la Fundació Enciclopèdia Catalana y en diversos Centros de Recursos Pedagògicos (classes dedicadas al profesorado), así como en diversos Ayuntamientos e institucioes (clases dirigidas a la población).
Por lo que se refiere a la Filosofía, me fui decantando hacia los pensadores humanistas y hacia la vertiente de la Filosofía Práctica.
Al terminar la licenciatura, me matriculé en un máster de Arte-Terapia y en aquel momento sentí que algunas piezas de mi rompecabezas particular encajaban perfectamente. Mis aspectos terapéuticos, desde la enfermería hasta la filosofía práctica y mis aspectos artísticos (danza, teatro, música y literatura) por fin se daban la mano.
El temario de mis clases de Formación Permanente del Profesorado, que hacía algunos años que estaba impartiendo, no paró de evolucionar: técnicas de escritura, comunicación oral y escrita, inteligencia emocional, gestión del estrés, ambiente en el aula, bienestar docente, arte-terapia. Cada curso me aportaba ideas para diseños, que fuesen un paso más allá, de cara al siguiente curso. He llegado a ir a tantas y tantas escuelas, que mi conocimiento de muchos pueblos y ciudades es en referencia a los diversos centros escolares.
Ya empezaba a ser todo demasiado sencillo, cuando apareció en mi horizonte la Descodificación Biológica y me adentré en ella con ganas. Me di cuenta enseguida que esto no era ninguna pieza que le faltase a mi puzzle. No! Esto era el marco. Un nuevo marco, desde el cual, todo lo que había aprendido y realizado hasta el momento, tomaba otra dimensión, otra perspectiva, otra tonalidad, un sentido nuevo.
Y ésta es una tarea altamente artística, filosófica, terapéutica y que en muchos momentos parece mágica, por un montón de hechos que suceden a menudo.
Descodificar, leer qué es lo que bloquea a otro ser humano el acceso a su bienestar o a su felicidad, a fin de darle la llave de acceso al propio programa, para que pueda modificarlo y crear otro horizonte para su vida, otras perspectivas, nuevas direcciones, energía, motivación, ilusión... ayudarle a restablecer la confianza en las propias capacidades, a darse cuenta de las propias posibilidades y de cómo los límites y los obstáculos, a menudo, se pueden disipar como la niebla, es una tarea que me apasiona y que me fluye de forma fácil y natural.
Tengo una tendencia natural a focalizar en las posibilidades, tanto en las de las circunstancias y situaciones, como en las de las personas. Y ahora, esta habilidad me va estupendamente para las consultas, para cerrrar las sesiones dando a la persona la opción de encontrar su dirección, de mostrarle cómo puede abrir otras ventanas, para descubrir nuevas perspectivas demasiado tiempo ocultas, ayudarla a que explore sus habilidades y sus placeres, a fin de que pueda conectar más fácilmente con aquella o aquellas actividades que puedan dar sentido a su vida, aportándole el empuje y la motivación necesarias para levantarse cada mañana y sentir la satisfacción de percibir que está andando el propio camino.
Poder aportar mis conocimientos y estrategias, así como mi experiencia personal a aquellos seres humanos que deseen poner conciencia a las situaciones que les hacen sufrir o que les enferman; transmitirles que tienen el poder de cambiarlas o de hacer algo al respecto, todo esto me llena.
Y esto es sólo una parte de lo que puedo aportar. Hay otras aportaciones que, por el hecho de pertenecer al ámbito de los sutil, me resultan dificiles de explicar: simplemente hay que vivirlas, ya que como reza el Principito: son invisibles a los ojos.